A medida que nos encontramos en el umbral de convertirnos en una especie multi-planetaria, Begich Towers se erige no como una curiosidad, sino como un faro desafiante. A la sombra de glaciares y bajo nubes de tormenta perpetuas, un pequeño grupo de civiles ordinarios ha demostrado en silencio algo extraordinario: que el confinamiento prolongado en una única estructura compartida, rodeada de un entorno letalmente hostil, no necesariamente engendra desesperación, locura o colapso. En cambio, puede forjar una sociedad resiliente y multigeneracional unida por la confianza, la dependencia mutua y un sentido casi mágico de pertenencia. Lee cómo: